Invitados no invitados....
- Gerardo Colón
- 15 dic 2016
- 3 Min. de lectura
Estamos en la época del año en que se reúnen las familias, las amistades y conocidos para celebrar las navidades. Cada país, cada ciudad o vecindario tiene sus peculiares estilos, formas y costumbres muy particulares para llevar a cabo sus festividades que muchas trascienden generaciones. Algunos viajan desde muy lejos para compartir con sus familiares y que quizás ha pasado mucho tiempo sin verse y al encontrarse experimentan muchísimas emociones que inevitablemente escuchamos anécdotas que aún quedan grabadas en las memorias de algunos, para bien de unos y para otros, quien sabe.
Podemos decir que en las actividades encontraremos que para algunos serán negativas y para otros son positivas. Así que, estas pueden ser tremenda escuela, un gran laboratorio para todo aquel que quiera trascender este plano con altos grados espirituales y con valores conscientivos. Ahora, mirándolo desde otro punto de vista y con la perspectiva del trabajo interno, tenemos que decirles que al igual que en las familias sanguíneas, existen algunos familiares que viajan por todo el planeta con nosotros; estos son nuestros agregados psicológicos, nuestros egos.
Estos familiares son, por ejemplo, el ego de la ira que viaja con todos los primos, tíos, abuelos y toda la familia extendida. Algunos de ellos lo son, el ego de la impaciencia, el de amenaza, rebeldía, malas palabras, ofensivo, gritón, el de arrebatos, enojo, protesta, regañón, crueldad, mala voluntad, insultador entre otros. Ellos interactúan de forma tal que se presentan a la menor oportunidad, sin invitación alguna y llegan con todas las intenciones de quedarse con usted a vivir para siempre si es que se lo permite. Todo esto ocurre y le hacen creer a usted que su estadía será breve, pero cometen el descaro de traer a “casa” otros familiares poco bienvenidos como son algunos primos poco deseables.
Estos familiares, el ego de la ira conjuntamente con sus demás familias de dudosa reputación se pueden presentar como un parranda o trulla navideña convencidos que usted los recibirá en su casa, su interior, y no los echará a la calle. Ellos esperan el momento oportuno para su aparición, como el familiar que se pasa de tragos y daña el entorno con sus imprudencias. Y no dude que haya traído su bulto para quedarse en su hogar y luego de las fiestas hacer su trabajo de enojo, rebeldía, etc. y también destruya su hogar, su matrimonio, relaciones en el lugar de trabajo y amistades. Son arquitectos de primera en la construcción del dolor y sufrimiento sin importarle las consecuencias; esa es su razón de ser, no descansarán hasta cumplir su misión, siempre estarán al asecho.
Así como es la vida familiar que en ocasiones tenemos que romper ese vínculo familiar, lo mismo debería suceder con nuestros agregados psicológicos y todas sus ramificaciones, romper de una vez y por todas con todos y cada uno de ellos a medida que se vayan apareciendo hasta alcanzar la puerta de nuestro verdadero hogar donde reside nuestro Real Ser con todas sus virtudes divinales. De no ser así seremos esclavos con “buenas intenciones” que causan dolor y es nefasto para nuestra evolución. Con solo buenas intenciones no llegamos a nuestro Real Ser, sino con hechos concretos y definitivos para siempre.
La ira y su gama de agregados psicológicos, primos y demás, componen en su conjunto una gran carga pesada llena de densidades que no producirán nada de felicidad sino sufrimientos. Vayamos a buscar lo verdadero que vale la pena, un aliado más allá de lo sanguíneo, sino de lo divinal, nuestro Real Ser conjuntamente con sus virtudes como el amor, la humildad, la mansedumbre, el perdón, etc. y tantas otras. Expulse de su interior esa energía negativa de la ira en todas sus modalidades ya mencionadas y encárguese de que sea solo su Real Ser quien le visite y permita que se manifieste en sus pensamientos, palabras y acciones. Eso sí sería una verdadera fiesta llena bendiciones.
Gerardo Colón Belgodere
Discípulo del V.M. Rafiel
Dirigente del Centro Atómico de la
Sabiduría del V.M. Rafiel

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