El ego no posee ni voz ni voto...
- Zannia Cruz
- 16 feb 2017
- 3 Min. de lectura
Esta humanidad desconoce que ese defecto, el deseo humano, es algo muy terrible que muchas veces deja un profundo pesar y vacíos que eventualmente intentan llenar de la peor forma posible, ya que no se logra identificar cual es el problema porque se siente ese vacío ni como trabajarlo.
Muchos ven el hecho de desear con muchas ganas como algo muy positivo, “deseocon fuerzas tener un auto nuevo”, “deseo con fuerzas una mejor economía”, “deseo con fuerzas una pareja”, deseo, deseo. ¿Realmente desear será algo positivo? Pocos conocen o comprenden que el deseo nace del ego, de ese gran núcleo atómico negativo que poseemos en nuestro interior. Como mencione, es un instrumento que usa el ego para jugar con nosotros. Con ese único elemento, el deseo, nuestra parte negativa tiene un mundo de opciones para desequilibrar nuestra vida a gusto, claro está, si se lo permitimos.
El ego no posee ni voz ni voto al menos que seamos nosotros mismos que se lo otorguemos.
Si realmente analizamos nos daríamos cuenta que el deseo es solo un traje que utiliza la inconformidad. La parte negativa lo disfraza de positivismo cuando en realidad no lo es. Es un arma de doble filo altamente peligrosa en las manos de seres emocionales.
Cuando se desea y se desea con gran fuerza, ¿qué ocurre cuando nunca llega u ocurre lo que tanto se desea? Decepción, una profunda y desconsolada decepción que puede llevar a cualquier persona al abismo de la desesperación y hasta a cometer delitos y barbaridades. Algunos se deprimen, otros lo toman con gran ira, lo toman de diferentes formas como diferentes somos todos, pero siempre tiene el mismo resultado final, negatividad.
Generalmente el ser humano desea pero desconoce lo que necesita. Lo que se necesitamos realmente no suele ser lo mismo que lo que nos encontramos deseando, es ahí cuando entramos en conflicto emocional. Algunos dicen, “Dios sabe lo que necesito y él me lo dará”, “Dios es mi pastor y nada me faltará”. En realidad no es aquel Dios sentado en un supuesto trono el que conoce nuestro interior, sino nuestro Dios interno, nuestro Ser, que conoce nuestro recorrido y nos entregará lo que hemos ganado, sea karma o dharma.
Entonces, ¿de qué nos sirve desear? ¿En qué nos ayuda? Nuestro Real Ser no se queda con nada, las leyes divinas no se quedan con nada, lo que se hace se paga en esta existencia o en las próximas; se cosecha exactamente lo que se siembra, no más, no menos. No existe escapatoria de esto, el Ser siempre está con nosotros, no es como nuestra sombra que desaparece en la noche.
Si el ser humano comprendiera esto tal vez dejaría de pedirle a gritos a los cuatro vientos, dejarían de desear y hasta abandonarían lo que es ese famoso concepto al nivel del fanatismo, la fe. Menciono “al nivel del fanatismo”, porque está muy bien poseer esperanza pero cuando uno se fanatiza lo convierte en la fe. La diferencia es que, el que posee fe, espera y espera sin mover un dedo porque por fe se lo dará, pero el que posee esperanza continua con su vida sin aferrarse a la espera o a que un supuesto Ser le cumpla. Entonces, en la tranquilidad de la esperanza eventualmente llegará o no llegará lo que espera en calma, según sea sus merecimientos, pero el que se encuentra fanatizado sufre y sufre más cuando ve que ese Ser supremo no le contesta sus deseos humanos, no le cumple, cuando ni siquiera poseen el merecimiento para que le cumplan.
Si realmente esta humanidad analizará se daría cuenta de muchas cosas. Desear aquello que vio en la televisión y que sabe que no puede tener, ¿de qué le sirve? Si cada vez que lo ve siente un sufrimiento en su interior porque lo considera imposible, ¿que necesita para darse cuenta de que ese deseo lo hace sufrir? Mejor acepte que su Real Ser conoce mejor que su parte humana, lo que usted necesita y confíe solo en él. El Ser no siente ni padece, es una conciencia neutral, lo que usted se merece llegará a su tiempo, no antes, no después, ni por más que lo desee.
Zannia Cruz
Discípula del V.M. RAfiel
Dirigente del Centro Atómico de la Sabiduría del V.M. Rafiel

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